¿Dónde están? ¿Qué se han hecho? ¿Por qué se han deshecho?
¿Dónde está la ponderación? ¡Porque sí se echa en falta! En muchos actos públicos y privados, en muchas instancias se actúa de modo imprudente, con liviandad o desenfreno, a insultos, incluso. Se la necesita, es propio de ponderados la reflexión, la sobriedad, el tiento.
¿Dónde está el entendimiento? Según parece está convaleciente, o ha huido, ha dado espacio a la beligerancia, incluso a la estulticia, o bien a la insensatez. Su restablecimiento hoy y siempre requiere voluntad, acuerdo, avenencia y determinación.
¿Dónde está el tino? Al parecer muchos no lo conocen, mayor razón para no saber dónde está. Alguien, o cuyas prácticas estén dotadas de tino es porque es mesurado, discreto, cauteloso. ¡Y cuánto lo necesitamos hoy! Si nuestros actos fueran al abrigo siquiera tibio del tino, otro gallo cantaría. Todo redundaría en mitigación y no en exabruptos.
¿Dónde está la sobriedad? ¿Estará en cuarentena? Porque también está desaparecida. Hay más bien excesos, abusos, incontinencia, destemplanza. Urge su reposición, se requiere su concurso. Palabras destempladas, actos iracundos, no los queremos, no los necesitamos.
¿Dónde está la moderación? Al parecer confinada, se la busca para templar el ánimo, para restablecer cierto equilibrio. Ser moderado implica evitar la irritación, la violencia, la irreflexión. Se necesita que comparezca, que asome, que diga presente, pronto.
¿Dónde está la sensatez? ¿Por qué la echamos en falta? Porque el tratamiento entre las personas ha de ser pleno de madurez, de formalidad, de discreción, solo para referirnos a algunas bondades de la interacción vital de hombres y mujeres. ¿Qué es ser sensato? Una persona circunspecta, serena, cuerda. No es difícil aplicarse en tal sentido, requiere sí de propósito, de voluntad.
¿Dónde está el freno? Todo es desbocado, se sale de libreto. No hay diligencia, control, límite, contención en nuestros dichos. ¿Por qué no contar hasta diez o hasta quince? Es necesario un poco, un poquito de mansedumbre, de paz, de sosiego. ¡Sosiéguense! Así nos decía nuestro abuelo. ¡Hagamos caso!
¿Dónde está la prudencia? ¿Dónde hallarla? No necesariamente en la formalidad o en la seriedad. La prudencia sí es vecina de la reflexión, del buen juicio, de la compostura. Ser prudente es también sinónimo de lenguaje cuidado, claro, modoso.
¿Dónde está el comedimiento? También ha huido de nuestras prácticas de urbanidad. Su prima, la cortesía, al igual parece una especie en extinción, quizás sí, porque la descortesía ha ganado espacio en las prácticas individuales desde muy temprano en la vida ciudadana. Buen comienzo es en la práctica verbal y a todo evento, y mejor si es secundada con la práctica no verbal, gestual.
Son palabras, dirá alguien; palabras son, pero más que palabras, palabras que trasuntan actitudes y valores, de las que si garantizáramos mínima práctica o ensayo, podrían asegurar mejoría en conductas o comportamientos personales, o sociales que a su vez redundarían en un mejor estar, o bien estar.
¿Qué tal si nos apuntamos en nuevos modos, en nuevas maneras de tratar a las personas y de abordar temas que nos son comunes?
Nota de la redacción: Ubi sunt es un tópico literario mediante el cual el poeta se pregunta por el paradero de los que han muerto. Viene de la frase en latín Ubi sunt qui ante nos in hoc mundo fuere? («¿Dónde están o qué fue de quiénes vivieron antes que nosotros?»)