Cuando tenía alrededor de seis a siete años, en unas vacaciones de verano aprendí a tejer. Recuerdo que estaba en casa de tía Tilita.
Siempre fui una chiquilla curiosa y con ganas de aprender cosas nuevas. Me llamó tanto la atención ver un tejido sobre la mesa, que de inmediato pregunté si me podía enseñar hacer esas cosas.
Cuando regresé de vacaciones, lo único que quería era tejer, hacer una bufanda o un gorro.
De adolecente tenia vergüenza de tejer en público, por lo general tejía en casa y después destejía. Ya que sentía todo me quedaba mal.
La primera técnica que conocí fue la del crochet. Mi amado y dulce crochet. Él que me hace crear e inventar cosas como un suéter, un gorro, o una muñeca de mi serie favorita.
Existen muchas técnicas de tejido, pero el preferido siempre, es el ganchillo, galicismo de crochet o simplemente crochet.
La palabra crochet viene del francés antiguo, diminutivo de croche, que viene a su vez del alemán croc, que significa gancho.
Se desconoce quién inventó la técnica de crochet, existen muchas ideas de quién pudo ser. Aún es algo que no se puede confirmar, pero registros indican que en Irlanda y en el norte de Francia, el crochet se convirtió en una propuesta industrial cacera a consecuencia de fluctuaciones en la agricultura producto de las guerras.
Mientras los hombres sacaban a flote sus cosechas, mujeres y niños se quedan en casa y tejían ropa, mantas, etc. Lo que posteriormente vendían a la emergente clase media.
Alrededor de 1837, los tejidos de ganchillos eran vistos como una copia barata de lujosos encajes. Hasta que la Reina Victoria de forma abierta compró encajes de ganchillo artesanales de Irlanda.
A Victoria le encantaba el crochet, y desde niña tejía pequeñas cosas, para ella y para los suyos. No era extraño ver a la Reina en su casa de Osborne, en sus aposentos privados o en los jardines con sus agujas y su ovillo de lana. Para ella era un momento de relajación, ajena a los deberes oficiales y familiares. Antes de la pandemia el tejer comenzaba a tomar su lugar, se organizaban encuentros de tejido, talleres, reuniones sociales tejeriles, etc.
Cuando comenzó la pandemia, la idea de tejer se hizo más fuerte. Muchas optaron por esta idea como una forma de terapia.
Había filas enormes en las tiendas de lanas, abuelas, madres, hijas, tías, nietas, todas unidas con un solo propósito, conseguir hilados para seguir tejiendo.
He compartido durante este tiempo de pandemia con diversas tejedoras, en donde siempre la mayoría prefiere el crochet. Personalmente prefiero el crochet, es una herramienta que permite crear con mucha diversidad. Algunas dicen que el palillo las aburre, porque es algo monótono, todo es cosa de gustos.
No puedo terminar de mencionar mi hilado preferido: Ecocitex. Me atrevo a decir que este hilado es el único en el mundo 100% reciclado.
Sabemos que la huella de carbono está haciendo estragos en este planeta, la elaboración del hilado se realiza con un porcentaje de desecho textil chileno.
Mantén la calma y sigue tejiendo.