Monumental e irrepetible epopeya Bíblica, una de las producciones más alabadas de Hollywood, con inolvidables interpretaciones, guion, fotografía, banda sonora, efectos especiales, vestuario, dirección artística, montaje, magníficos decorados y miles de extras en escena.
Me quedo corto en calificativos para comentar esta obra maestra extraída del libro del Éxodo, “Los 10 mandamientos” (1954) de Cecil De Mille, quien con creces superó su primera versión muda.
Ambas cintas relatan la historia de Moisés, su enfrentamiento con el faraón, las plagas de Egipto, hasta la liberación del Pueblo judío hacia la Tierra Prometida y la revelación de los 10 mandamientos en el Monte Sinaí.
Cuenta con un elenco de lujo encabezado por Charlton Heston como Moisés, en una de sus grandes interpretaciones, al mismo nivel de Judá en “Ben-Hur” (1957). El personaje evoluciona en forma sorprendente, de príncipe a profeta enviado por Dios quien tuvo la misión de liberar al pueblo hebreo tras más de 400 años de esclavitud en Egipto.
Yul Brynner en el papel de su carrera como Ramsés encarna una maldad controlada que sólo el actor de cabeza rapada podía ofrecer; su corazón de piedra no permite la partida del pueblo de Israel pese a las terribles plagas que sólo afectaron a los egipcios.
Como olvidar a Anne Baxter, como Nefertiri la sobrina del faraón, con aquel particular maquillaje y su innegable sensualidad. Y Edward G. Robinson, el judío vendido a los egipcios, Dathan; interesante antagonista quien tiene la misión de poner al pueblo en contra del libertador.
Imborrables momentos
La cinta contiene una docena de diálogos, planos, momentos e imágenes memorables, como la devastadora de todas las plagas: “La muerte sigilosa o silenciosa” que afectó mortalmente sólo a los primogénitos egipcios, incluyendo al hijo del faraón.
Aún recuerdo la densa neblina verde acercarse a ras del suelo para cumplir el mandato divino. Sólo las familias judías se salvaron, porque fueron protegidos por Dios, quien les señaló cómo evadir al ángel de la muerte que pasó por sus hogares sin hacerles daño.
Y la escena más recordada de la historia del cine “La abertura del Mar Rojo”; no logro dimensionar cómo fue para el público de esa época ver la secuencia en las salas.
Hoy quizás no es espectacular con los efectos por ordenador que existen, pero en aquel tiempo tuvo que haber sido algo extraordinario. Aún recuerdo las palabras del faraón tras contemplar el poder del Altísimo tras el extraordinario milagro: “Su Dios, sí es Dios”.
En resumen la última película de Cecil B. DeMille es un testamento para quienes apreciamos el legado de un director que brindó grandes experiencias y espectáculos visuales. De imperdible visionado, porque es un cine que trasciende las posiciones religiosas y filosóficas, y es un regalo a la vista con una producción cinematográfica que va hacia la extinción.
Por Andrés Forcelledo Parada.-