Por Andrés Forcelledo Parada 

Periodista y crítico de cine

Expreso de medianoche” (1978) fue la primera de muchas películas que visioné en los rotativos del cine Central de Temuco; aquella vez vi en dos ocasiones la obra maestra de Alan Parker, quien falleció hace algunos días a los 76 años producto de una larga enfermedad terminal y que nos dejó un legado de imborrables títulos.  

En esos tiempos la censura para este filme era para mayores de 21 años y yo tenía siete; mi papá tenía pase liberado, la cuestión es que entraba con él y nadie le decía nada, al parecer era amigo del administrador del cinema y no había ningún problema.   

Recuerdo la cinta con un ritmo palpitante que no da tregua, es cruda, violenta y realista; ella cuenta la historia de un estadounidense que al intentar sacar hachís termina encarcelado en una miserable cárcel de Turquía.    

Impactante película que me atrapó desde el primer fotograma, una de las mejores escenas del filme, en el aeropuerto que me anunciaba que sería testigo de algo irrepetible.   

El largometraje es uno de los mejores dramas carcelarios que nos ha regalado la pantalla grande en que conocemos el infierno de los sistemas penitenciarios, abusos y duro régimen al que son sometidos los reclusos.

Un imborrable relato de sobrevivencia y esperanza de libertad que no  desaparece, aunque las brutales medidas de seguridad y los muros impenetrables parecen esfumar aquellas aspiraciones.         

Existen memorables filmes basados en hechos ocurridos en estos terribles sitios: “Un condenado a muerte se ha escapado” (1956) dirigido por Robert Bresson“Escape from Alcatraz” (1979), de Don Siegel; “En el nombre del padre” (1993), de Jim Sheridan; y “Cadena perpetua” (1994) de Frank Darabont, por mencionar algunos. 

Sin embargo, “Midnight express” está a otro nivel de crudeza; basado en un caso verídico sufrido por el norteamericano Billy Hayes y escrito en su autobiografía, en que cuenta las atrocidades que tuvo que pasar en carne propia en un sistema penitenciario brutal e inhumano en la ciudad de Estambul, Turquía, en los años setenta.     

La historia fue reescrita por Oliver Stone, quien la llevó a extremos inimaginables, así somos testigos del sufrimiento e impotencia de Hayes, protagonizado por Brad Davis, papel que lo marcaría en forma perpetua. 

El filme me hace estar en los zapatos del protagonista, se siente la atmosfera hostil que lo rodea, en un país con tradiciones, costumbres e idioma distinto, y le agregamos el permanente verdugo de Hayes.      

El encarcelamiento de Billy, su tortura física y mental, la oscuridad del lugar en que se encuentra, la denigración y miseria humana es tan brutal que por instantes nos hace compartir su infierno, aquí la banda sonora de Giorgio Moroder alcanza un nivel insuperable.     

Es el mérito del director de “The Wall” (1982) y “Mississipi en llamas” (1988)quien construye un submundo demencial tras las rejas, una atmósfera oscura y deprimente que mata el alma, pero no el instinto de sobrevivencia de los prisioneros. 

Imborrable las actuaciones de Brad Davis y John Hurt, en el papel de Max, y el jefe de la prisión, Hamidou, Paul L. Smith, el gendarme sádico y pervertido que abusa de los reclusos que aunque están al borde de la locura y la muerte no renuncian al sueño de libertad. 

Please follow and like us:
error
fb-share-icon