Toda unidad de significado tiene, por lo pronto, dos caras; es una entidad de dos componentes, forma y fondo, para unos, expresión y contenido, o significante y significado, para otros.
Todo significa, todo tiene una forma, todo tiene un significado, todo. Lo que ustedes imaginen, lo que ustedes piensen, hacia donde dirijan su atención. Hasta aquí todo bien, al parecer.
Y de estas dos partes, una no existe sin la otra. La forma es nada, nada, sin el fondo, sin el significado. Y de otro lado, el significado, la idea o el concepto es nada sin la expresión, sin la forma. Son interdependientes, se reclaman uno y otro, se necesitan. Es el único modo de que tengan vida, de que existan.
Ya señalé que todo es una unidad de significado, todo es un signo, todo. Un billete, cualquier billete, es un signo; una medalla es un signo; un baile, una canción, un poema, una foto, una vestimenta, un croquis, un plato de comida, un texto, una palabra, una oración, un sonido,… todo.
Una persona, en sí, es un todo, es un signo; una comunidad de personas también lo es, un pueblo, una región, un país. Hay signos y signos, insisto, todo es un signo.
Vamos al quid del asunto. La forma es la parte material, concreta de todo signo, todos la podemos percibir por medio de los sentidos, la podemos registrar, medir, imitar, mensurar, reproducir. Y respecto del fondo, del significado, esto es otro cantar, el fondo, por ser inmaterial, es incontable, es abstracto, no es posible contenerlo. Es una imagen mental, está depositada en nuestra mente, en la de todos, en la de cualquiera. He aquí el intríngulis.
El fondo, el significado está depositado en la mente de cada uno de nosotros, pero de un modo parcialmente diferente. El significado es de una realidad distinta de la forma. El significado es inasible físicamente, porque no tiene cuerpo. Es una realidad imaginada, es una imagen. Y así como efectivamente se construye en nuestras mentes, se deposita en cada una de modo parcialmente distinto, según sean nuestras experiencias de vida. Todo depende de nuestras experiencias, de nuestras vivencias. Señalado de un modo práctico, nuestras vivencias son intransferibles.
Todos podemos expresar nuestras ideas, y podemos tener apreciación sustancial de lo que expresamos, y de cómo lo expresamos, pero no tenemos ningún control sobre quien es receptor de nuestro mensaje. Es posible que lo recepcione, lo escuche, lo vea. Podemos saber que sí lo recepcionó, pero no sabemos con exactitud cómo lo interpreta, si es o no de un modo más o menos parecido al significado original. Esto es debido a que quien habla es uno y quien escucha es otro; las experiencias de sus vidas son distintas.
¿Qué nos pasa, qué nos sucede en la realidad?
«¡No te enojes! A veces el otro no entiende. Lo explicaste mil veces, pero no lo ve. No es tonto. No es malo. No es indiferente.
Es otro; simplemente, es otro».