El 25 de abril del 2019 Paola (de 43 años) decidió casarse con su pareja, Edgardo del Carmen Mardones Beltrán (de 46 años) con quien convivía hace 22 y con quien tenía ya dos hijas, era una forma de consolidar una relación –que si bien tenía altos y bajos– se había logrado mantener en el tiempo.
Recuerda que ese día se casó por el civil en la comuna de Collipulli de la región de La Araucanía y 27 de abril lo hizo en una iglesia evangélica ubicada en el sector de Bajo Malleco, escenario de un momento que atesora.
Edgardo Mardones Beltrán habitaba junto a su familia una casa en calle Marcela Paz de la población Pablo Neruda de Collipulli. En ese inmueble sus días transcurrían entre el olor a aceite de vehículos, herramientas y el sonido de las máquinas diésel que llegaban a su taller.
Fue en estas faenas que Edgardo Mardones, conocido entre sus cercanos como “El Cacharra o Ronaldiño”, perdió unas de sus piernas, pero aquello no fue impedimento para seguir con su pasión: la mecánica.
El 08 de junio del 2021 ocurrió un hecho que cambió para siempre la vida de esta familia. Paola recuerda que ese día, que llovía sobre la comuna, cerca de las 11:00 de la mañana llegó una pareja preguntando por su esposo para que le viera un desperfecto en su vehículo. Luego escuchó que un sujeto amenazaba a una persona, pensó que era su esposo y decidió salir, pero se encontró con un sujeto encapuchado que con un arma de fuego larga amenazaba a los clientes de su marido.
El sujeto –cuenta Paola– salió a la calle, se subió a una camioneta sin patente y se dio a la fuga. Esa fue la última vez que vio a su esposo con vida, iniciándose una indagación que dejó al descubierto uno de los crímenes sin precedentes ocurridos en La Araucanía. El mecánico fue secuestrado, torturado, descuartizado y sus restos quemados, para luego lanzar las cenizas al río Renaico.
En este caso hay 12 personas que cumplen con la medida cautelar de prisión preventiva tras haber sido formalizadas por diversos delitos. En los próximos meses los imputados serán acusadas por el Ministerio Público.
Hoy Paola, cuya identidad mantendremos en reserva, se encuentra bajo la protección de la Unidad de Víctimas y Testigos del Ministerio Público, desde allí, desde su refugio rompió el silencio para hablar con Golpedigital.cl.

–¿Qué recuerda el día del secuestro de su esposo?
–Eran aproximadamente 11:00 de la mañana, nosotros habíamos salido a comprar ese día, estaba lloviendo y llegó un cliente al taller porque él era mecánico. El caballero llegó con su señora para que le arreglaran la camioneta. Mi esposo le pidió que entrara el vehículo al taller, pero no alcanzaba a cerrarse el portón y quedó abierto con un pequeño pasillo para transitar. Yo ese día estaba en la cocina, cuando escucho afuera que alguien decía: ¡Tírate al suelo! ¡Tírate al suelo! En primera instancia pensé que era Investigaciones o Carabineros que me estaban allanando la casa.
–¿Y qué pasó luego?
–Cuando salgo hacia el taller me apuntan con una escopeta, era una persona vestida con manta mapuche, totalmente encapuchado, se le veían apenas los ojos. Mi esposo en ese momento ya no estaba en el taller, ya lo habían sacado. En ese momento a él se lo llevan, sale el tipo que yo vi, en la camioneta, en la parte trasera donde subieron a mi esposo, iban cuatro personas más con él, todos armados. La camioneta no tenía patente, yo di toda la descripción a Carabineros y a Investigaciones.
–¿Usted hizo una denuncia?
–Yo llamé a Carabineros, ellos llegaron, fuimos a dar una vuelta para el sector donde vi que dobló el vehículo, les cuento cómo era la camioneta. No la encontramos y nos dirigimos a la Comisaría, donde me muestran que la camioneta sale a la 5 Sur y luego ingresa por un camino rural hacia el campo. Yo desde el primer momento informé a Carabineros y a la PDI quiénes eran las personas que tenían a mi esposo, por el tema que el papá del Alejandro (el otro secuestrado que logró escapar ) nos había dicho lo que estaba pasando y este tipo cuando me apunta con el arma en la casa, me dice: “A tu esposo te lo vamos a entregar cuando aparezcan las armas”.
–¿Hubo demora en el operativo para rescatar a su esposo?
–Para mí sí, hubo demora. A mí Investigaciones me tenían prácticamente todo el día tomándome declaraciones. Un día me llevaron junto a mis hijas a Investigaciones de Angol, las tuvieron todo él día a mi hija con su bebé en la policía. Para mí esto fue una negligencia de Investigaciones porque desde un comienzo ellos sabían dónde estaba, le dije dónde tenían campo estas personas, por dónde podían entrar, por dónde podían salir, porque conozco la zona.
–¿Cuántos días pasan desde que usted hace la denuncia por el secuestro de su esposo hasta su fallecimiento?
–A él lo secuestraron el 08 de junio y el día 12 lo asesinan. A mí me informa el fiscal de Angol, el 18 de junio, que mi esposo ya no estaba con vida. Hasta hoy ha sido muy duro para nosotros como familia, soy yo, mi dos hijas y mi nieta. Vivimos momentos muy angustiantes como familia, recién ahora hace poco tuve una reunión con el fiscal donde me informó que me van a entregar los pequeños restos que se encontraron de él.
–¿Se logró establecer que los restos encontrados efectivamente corresponden a su esposo?
–El fiscal me dijo que sí.
–¿Usted está con protección policial?
–Estamos con una medida de protección policial, estamos en un Programa de Apoyo a Víctimas de Violencia Rural. Yo estoy con atención psicológica y psiquiátrica, mis hijas también.

–¿Qué espera de la Justicia?
–Yo lo único que espero es que se haga Justicia, que condenen a todas esas personas que le hicieron daño a mi esposo. Mi marido no se podía defender porque a él le habían amputado una pierna luego de un accidente. Ya iba a cumplir un año con su pierna amputada y prácticamente no salía de la casa. El siempre me decía que cuando le llegara su prótesis volvería a caminar nuevamente.
–¿Su esposo visitaba regularmente a la familia Ancalaf?
–Mi esposo, antes que sufriera el accidente, le hacía mantención a los vehículos de la familia Ancalaf. Ahí conoció a María Ancalaf, ella le pedía que le fuera a ver sus vehículos como mecánico. Él siempre les trabajó en forma honrada, nunca les robó nada. Él trabajó durante varios años con las comunidades de Collipulli. A la familia Ancalaf se le perdieron unas armas que supuestamente tenían escondidas y lo acusaron a él, pese que mi esposo ya no salía a hacer trabajos afuera por el problema de su pierna.
–¿Y por qué acusaron a su esposo entonces?
–Resulta que a este chico el Jani, yo lo tuve viviendo en mi casa, él se fue el día 31 de agosto de mi casa, de un día para otro dijo que se iría a vivir con el papá, nadie lo había echado de la casa, nada. El día 2 de junio al Jani lo llaman de la casa de María Ancalaf para supuestamente ir a arreglar un vehículo. Ahí al Jani lo comienzan a maltratar, a torturar, el papá del Alejandro (Jani) se comenzó a preocupar porque el día 2 no llegó a la casa, el día 3 de junio el papá de Alejandro fue a preguntarnos a nosotros si sabíamos algo del Jani. Ahí nos contó que su hijo había ido donde María Ancalaf y que estaba preocupado porque no respondía el teléfono. Nosotros le dijimos que fuera a preguntar, ellos le dijeron que tenían a su hijo y que no lo iban a soltar hasta que aparecieran las armas que se habían perdido. El ocho de junio van a secuestrar a mi esposo a la casa.
–¿Qué antecedentes ha podido conocer usted sobre lo que vivió su esposo en el secuestro?
–En la audiencia donde se decretó la prisión preventiva relataron las atrocidades que le hicieron a mi esposo. Desde el momento que se lo llevaron, llegan allá, Julieta Ancalaf, le sacó los dientes con un alicate, después de eso le cortó las orejas con el mismo alicate, después lo mojaron y le pusieron corriente en sus genitales, así día a día iban aumentando las torturas. Lo violaron, le pegaron con palos en sus genitales, en su pierna cortada, le daban latigazos, lo sumergían en el agua. Le preguntaban dónde estaban las armas. La pena es cómo estas personas pudieron hacer esto con un hombre discapacitado, que no se podía defender. Nos atormenta pensar todo el sufrimiento que vivió, todo el dolor que tuvo que soportar.
–¿Usted estaría en condiciones de perdonar a estas personas por todas las cosas que hicieron?
–No, no. Destruyeron a una familia, le hicieron daño a una persona que no podía defenderse. Yo no los perdono, y todos los días le ruego a mi Dios que se haga justicia, que ellos no queden irse sin pagar lo que hicieron.
–¿Usted y su familia han recibido amenazas?
–Sí, al principio sí, amenazas de muerte.
–¿Tiene miedo?
–Sí, de que nos puedan encontrar donde estamos y que nos hagan daño.
–¿Qué opinión tiene sobre cómo las autoridades han abordado el tema de violencia rural o conflicto que se vive en la zona?
–Creo que esta zona está muy abandonada, muy abandonada. Ahora estoy recibiendo ayuda de ellos, pero en un comienzo nadie se acercaba del Gobierno.
–El nuevo Gobierno del Presidente Boric anunció que va a levantar el Estado de Excepción ¿Qué opina usted?
–No debería, él no vive aquí, él no sabe lo que se vive a diario, él no sabe cuántas personas han quedado en la misma situación que yo, donde han destruido familias completas, donde hay niños de por medio. Destruyen hogares, familias, yo quedé con los brazos cruzados, tuve que cerrar la casa donde vivía, dejar todas mis cosas, perderlo todo, comenzar desde cero. Yo no salía a la calle, me parece una estupidez la decisión de sacar el Estado de Excepción de La Araucanía, donde más tiene que haber.
–¿Qué pena la dejaría tranquila como madre, como esposa?
–Cadena perpetua, no se merecen estar afuera, así como le hicieron daño a mi familia, lo pueden hacer con otras personas. Ellos no se midieron, descuartizaron su cuerpo en muchas partes.
–¿Tiene esperanza de encontrar los restos de su esposo?
–Yo tengo esperanza y le pido a mi Dios todos los días por lo mismo. Solamente se tiene un pedacito de hueso y nada más, si lo mataron porque no dejaron su cuerpo por ahí para nosotros poder darle sepultura. Mis hijas han ido al cementerio donde le estoy comprando su sepultura a llorar encima de nada, cómo cree usted que una madre se puede sentir cuando sus hijas van a llorar a un lugar donde ni siquiera está lo poco que se encontró de él.
–¿Velar sus restos es parte del ciclo para iniciar la sanación?
–Sí, sabemos que se vienen procesos duros. Para mí y mi familia esto ha sido una pesadilla. Si bien a él le quitaron la vida, a mí como esposa me dejaron muerta en vida.
–¿Qué le pediría usted a los imputados en este caso?
–Que digan dónde lanzaron los restos de mi marido para poder sepultarlo. Me gustaría que dijeran la verdad, que entregaran todos los antecedentes sobre lo ocurrido, creo que hay más involucrados.