“No los voy a perdonar nunca, nunca, nunca”, clama entre sollozos Paola (de 43 años) a través del teléfono. Está llena de rabia e impotencia, y cómo no estarlo, han pasado solo horas desde que sepultó los restos de su esposo que le entregaron en el Servicio Médico Legal de Temuco, luego de un año, eliminando esa pequeña cuota de esperanza que tenía de encontrarlo con vida en alguna parte de La Araucanía y que todo esto fuera solo un mal sueño.
Paola habla con Golpeadigital.cl desde la “clandestinidad”, desde aquel refugio donde la ubicó la Unidad de Víctimas y Testigos del Ministerio Público, porque su testimonio es clave en el caso que busca hacer justicia por el secuestro y brutal crimen de su esposo, el mecánico Edgardo del Carmen Mardones Beltrán (de 46 años).
El 08 de junio del 2021, el mecánico, conocido como “El Cacharra o Ronaldiño”, a quien le faltaba una de sus piernas, fue sacado de su casa en la Población Pablo Neruda de Collipulli y llevado al domicilio de María Ancalaf, uno de los 12 detenidos por el crimen, donde fue torturado, descuartizado y quemado para hacerlo desaparecer a orillas del río Renaico, pero el personal de la PDI logró recuperar restos óseos que hace unos días fueron entregados a la familia para darle cristiana sepultura.
Paola junto a su hija recibieron los restos hallados por el personal de la PDI. Allí hubo lágrimas y escenas desgarradoras, porque los huesos eran tan mínimos que cabían en una caja de reducción que se usa para estos casos. No había cuerpo, solo piezas que revelan un plan macabro, un crimen horrendo que marcó para siempre la vida de una familia.
A sus cercanos solo le quedan algunas fotografías del mecánico, del jefe de hogar, del padre, imágenes de aquellos momentos indelebles, una muestra irrefutable de que Edgardo del Carmen Mardones Beltrán, era un ser humano con todos sus defectos y virtudes, que reía y lloraba, que respiraba, y que fue víctima de uno de los crímenes más atroces registrado en los anales policiales del país.
La pequeña urna blanca -que estaba sellada- fue trasladada hasta un inmueble, donde Edgardo fue velado por dos días. Allí la rodearon de flores multicolores y sus cercanos pusieron una fotografía sobre el ataúd. La viuda y sus hijos clamaron justicia entre sollozos gatillados por una pérdida brutal, pero también hubo palabras de un pastor que pedía paz en una zona violenta, que a ratos parece sin Dios ni Ley, donde el comisario del pueblo parece estar superado por los villanos.
Al funeral de Edgardo del Carmen Mardones Beltrán –realizado el viernes a las 14:00 horas– no asistió mucha gente, sólo algunos familiares cercanos que participaron de una ceremonia íntima, donde vieron cómo el pequeño ataúd blanco fue depositado lentamente en una sepultura rodeada de flores, al son de algunos cánticos evangélicos.
Paola dijo a Golpedigital.cl que “no solo ese día sepulté a mi marido, también sepulté las esperanzas que tenía de encontrarlo con vida, después de un año recién vine a aterrizar que mi esposo no seguirá con nosotros”.
La tarde del viernes algunos no llegaron al cementerio porque el miedo los tiene paralizados. En reiteradas ocasiones se han encontrado con familiares de los imputados por el crimen en el centro de Collipulli, en la fila del pan o en una repartición pública esperando atención.

–¿Qué significó para usted recibir los restos de su marido y darle cristiana sepultura?
–Desde que el momento que me dieron la noticia que lo habían asesinado, yo lo que más esperaba era darle una sepultura digna. Hay una mezcla de emociones, entre rabia, pena, mucho rencor, aún sin poder perdonar a esas personas y creo que nunca lo podré hacer porque al ver lo que me entregaron de él, que son solamente fragmentos de huesos, que me lo hayan entregado en bolsitas, ni siquiera eran parte de su cuerpo, fue terrible. Saber que la última vez que lo vi era una persona como uno y recibir solo pequeños fragmentos de huesos, me provoca una serie de sentimientos muy fuertes.
–¿Viene esto a calmar el dolor que ustedes viven como familia?
–No, esto no va a calmar el dolor mío ni de mis hijas, nos queda una sensación de impotencia, de rabia, de todo, de no perdonar a nadie de esas personas. Es tanto el daño que hicieron, tanto, fueron tan inhumanos, por último si ya lo habían asesinado por qué no dejar sus cuerpo, por qué destruir tanto su cuerpo, por qué y es la rabia e impotencia que tengo.
–¿Qué piensa de las personas que hoy están detenidas por la muerte de su esposo?
–Para mí son unos monstruos, inhumanas, personas que no tienen corazón, sin sentimientos. Para mí no hay palabras para describir lo que hicieron, se ensañaron con una persona que ni siquiera podía caminar, que ni siquiera se valía por sí misma. Eso es lo que espero ahora de la justicia.

–¿Qué espera de la Justicia?
-Que los castiguen como corresponde porque para mí son personas que no pueden andar sueltas en la calle, independiente del grado de participación que hayan tenido. Todos participaron en el crimen de una persona que no se podía defender, que dependía de otra persona y esa era yo.
–¿Se siente tranquila Paola?
–Yo aún siento miedo, no puedo dormir por las noches, pienso que en cualquier momento llegará un montón de personas a mi casa como cuando llegaron el día que se llevaron a mi esposo, a buscarme a mí o una de mis hijas. No puedo andar sola en la calle, siento temor.
–Ya tiene un lugar donde visitar a su esposo ¿Eso la deja más calmada?
–Por esa parte estoy más tranquila, pero la rabia, la impotencia, la pena, yo creo que va a demorar mucho, mucho tiempo en pasar.
–¿Qué fue lo que más le impactó al recibir los restos de su marido?
–Todo, todo lo que me entregaron de él, al ver tan dañados sus restos. No hay palabras, es algo muy fuerte que vivimos con mi hija mayor en el Servicio Médico Legal. Claramente querían hacerlo desaparecer por completo, pero por algún motivo lo que tiraron al río quedó entre las piedras.
–¿Usted tenía la esperanza de encontrar a su marido con vida?
Ayer murió la última esperanza de encontrar vivo a mi esposo por ahí. Siempre tuve esa esperanza en mi corazón, pero después de sus funerales me di cuenta que ya no, que realmente estas personas quisieron desaparecer el cuerpo por completo, destrozaron todo su cuerpo. No hay palabras para describir a estas personas, para mí son unos monstruos, unos demonios, no sé cómo definirlos. Nunca los voy a perdonar, me arrebataron todo”.
