“Ben-Hur” (1959) marcó un récord durante muchos años al ser la película más premiada de la historia de la cinematografía con 11 Oscar más otros galardones en importantes festivales; luego “Titanic” (1997) y “El señor de los anillos: El retorno del rey” (2003), lograron la misma cantidad de estatuillas de la Academia.

El siguiente comentario no se refiere a los premios y técnicas que la hicieron merecedora de tal distinción, está dirigido al epicentro de la epopeya: el príncipe de Judea, quien por envidia y ambición de su antagonista, Mesala, Stephen Boyd, se enfrentó al Imperio Romano, en un relato de venganza y redención sin precedentes.

Es el inolvidable Charlton Heston, en la piel de Judá Ben-Hur, sobran calificativos para desmenuzar su interpretación y su total entrega física y psicológica al personaje. Sus miradas transmiten sentimientos tan extremos como el amor y el odio, es el papel de su carrera casi al nivel de “Los 10 mandamientos” (1954).

EL DESTINO

La historia nos lleva a Jerusalén y a Roma, recorremos las aguas del mediterráneo en que recuerdo el infierno de las galeras con una serie de giros en que el personaje no logra entender su terrible e injusto destino, y se convierte en un sobreviviente del mismo.

En cuanto a la etapa cristiana o religiosa que vemos en el filme, el director William Wyler la maneja sutilmente con las esporádicas apariciones del Mesías Jesucristo, casi siempre ligadas al protagonista, en una serie de memorables instantes gracias a una impecable dirección artística en que se contemplan hermosos decorados y locaciones, miles extras y escenas de acción inolvidables.

Una de estas secuencias se ha transformado en icónica de todos los tiempos, la carrera de cuadrigas donde se enfrentan Ben-Hur y Mesala; con una puesta escena espectacular con primeros planos, medios y generales de las cuadrillas y sus jinetes corriendo a toda velocidad en esa fabulosa recreación de un circo romano en la ciudad de Jerusalén.

“Ben-Hur” inmenso espectáculo visual que te atrapa desde los créditos iniciales con la banda sonora de Miklós Rózsa; sus composiciones refinan de un modo insuperable el relato en cada una de sus escenas.

Existen partituras para cada uno de los personajes y situaciones, con una variedad de música orquestada que me dejan de una sola pieza desde el principio y hasta el final de esta verdadera epopeya fílmica de todos los tiempos.

Por Andrés Forcelledo Parada.-

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